Necesitamos contratar talento para la transformación de nuestros negocios y organizaciones. Y si vamos a reducir las contrataciones, por motivos presupuestarios, saber a quién contratar y evitar una mala contratación es todavía más relevante.
Si la decisión de contratación es la acertada, proyectos estratégicos podrán ponerse en marcha, avanzar y cumplirse. Los procesos de selección se realizan en base a las competencias, softskills, conocimientos y experiencias y encaje con la cultura y los valores. No solo se mira lo que el candidato ha hecho y cómo lo ha hecho, sino también lo que puede hacer, su capacidad de aprendizaje, su actitud ante el cambio, la forma de liderar y colaborar, pero… no siempre tomamos las medidas para tener toda la información y tomar la mejor decisión.
A veces sucede que las contrataciones que realizamos no son buenas, e incluso diría que ni siquiera son neutras. A veces son malas.
El coste de una mala contratación, desde el punto de vista de la persona contratada, puede ser estrés, pérdida de autoconfianza, pérdida económica por paro o a veces encontrarse sin prestación por desempleo, coste reputacional, etc…
Y si hacemos una mala contratación, ¿cuál es el coste para la empresa?
Cuando contratamos talento para un equipo, un departamento o un proyecto es por la necesidad de afrontar nuevos retos, mejorar los resultados, distribuir y/o aliviar cargas de trabajo. Al realizar una mala contratación, no solo es significativa la baja de productividad de la persona contratada, sino que también aparece baja la productividad en el equipo y en el departamento.
En este apartado consideraríamos los costes directos e indirectos correspondientes al personal de RRHH, costes de Onboarding, remuneración de la persona contratada con bajo rendimiento y los posibles costes de desvinculación o despido.
En este sentido observamos la desmotivación de la nueva incorporación porque ve que no cumple con las expectativas y encaje y, a su vez, la insatisfacción del equipo que con más recursos no llega a los objetivos o se generan conflictos relativos a la convivencia y la cultura de la empresa.
Una mayor insatisfacción, genera un mayor estrés. Cuando la necesidad de contratación venga provocada por una sobrecarga de trabajo en un equipo con un alto nivel de estrés, puede producirse rotación no deseada y pérdida de talento.
El esfuerzo que hacen las compañías para construir un Employer Branding potente puede verse mermado si falta coherencia y encaje entre los valores y la cultura empresarial y la persona contratada. Incluso puede darse pérdida de compromiso y un empeoramiento del ambiente de trabajo y del clima laboral en las encuestas de satisfacción del empleado.
Los retrasos en las entregas para los clientes internos, clientes externos y resto de stakeholders provocan una mala imagen y en consecuencia un coste reputacional. A parte, la contratación de talento que no cumpla con la normativa interna o que tenga una imagen en redes sociales enfrentada a la imagen de la empresa puede producir un elevado coste reputacional.
Si vas a reducir las contrataciones, asegúrate de contratar a la persona idónea
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